16 nov 2006

Herencias

Cuando mi mamá estaba enferma decayendo día a día con su cáncer, yo estaba practicamente segura de que uno debería tomar la decisión de cuándo morirse y finalmente también, de qué manera. No empecé nunca la investigación de las posibilidades que podría tener pero me imagino que no es una información que sea demasiado complicado encontrar. Últimamente he pensado que madurar significa también resignarse. El tiempo va pasando y la gente deja de pelear contra algo que es inminente y que es lo que en una entrada anterior llamé la traición del cuerpo. Sí, el cuerpo lo traiciona a uno al igual que su propia historia; además del estilógrafo y los rapidógrafos de mi papá y mi mamá, también estoy aprendiendo a vivir con otras herencias: el corazón, el útero, la tensión arterial... y cada cosa con sus propias tendencias deformativas y patológicas.
Siempre se dice que los viejos son dueños de la sabiduría por experiencia. ¿No será que la sabiduría va de la mano con la resignación, con la idea de aceptar las cosas como son y no tratar siempre de cambiarlas?

2 comentarios:

Javier Moreno dijo...

Debe ser, así como lo que llaman estilo termina siendo, según no sé qué escritor, lo que resulta del proceso de asumir las propias incompetencias.

mccortes dijo...

Si, y siguiendo esa comparación pues uno no se cambia de carrera cuando se da cuenta de sus incompetencias, que sería el equivalente a suicidarse... cierto?
El reto es entonces asumir el estilo de vivir o de morir según como se mire, supongo...