28 oct 2007

Laponia y los fiordos de Noruega

Aquí hay algunas fotos del viaje al Norte de Finlandia. En Mustaa hay más.


El musgo todavía guarda algunos de los colores del otoño.


El amanecer en Muonio. Aquí hay más fotos.


La salida del sol hacia las 9 de la mañana.


Los alces tranquilos en el camino.


La carretera hacia Kilpisjärvi que se pierde en el horizonte.


Y los fiordos noregos que entran en el Ártico.


Las montañas nevadas entre el Océano Ártico.


Otro fiordo.

21 oct 2007

XX

I have not life but this,
To lead it here;
Nor any death, but lest
Dispelled from there;

Nor tie to earths to come,
Nor action new,
Except throught this extent
The realm of you.


Emily Dickinson

Paisajes de Wisconsin

Nada me ha hecho pensar tanto en viajar en cayac como los paseos por los paisajes cercanos a Madison; uno se va desplazando entre valles que están rodeados por sus mismas altura pues la tierra va subiendo y bajando como suaves olas. Tal vez de allí viene mi gusto por las siluetas sueltas, porque en ese paisaje es posible ver árboles sueltos el los que el único telón de fondo es un cielo enorme en la lejanía.









Aquí un pedacito de autopista a de vuelta a Chicago.

18 oct 2007

Chicago y Madison: cosas nuevas, cosas viejas

1. Chicago
Salimos muy temprano de Helsinki vía Estocolmo - Chicago


...la cobija de nubes que impedía el paso de luz....


...el paisaje Sueco cerca a Estocolmo....plano, mucho mas cultivado que el finlandés.


Chicago nos recibió, por fortuna, con el cielo totalmente despejado y sorpresivamente para esta época del año la temperatura estaba a 82°. Aquí se ve la vía que va hacia el lago. Yo estoy caminando por el puente que llega de Little Italy (en donde nos quedamos) a la estación del viejo CTA en Halsted.


El túnel en Jackson en donde cambiaba de la línea azúl a la roja


Chicago, para mi es sinónimo de contacto con el gran mundo. Allí íbamos a la Casa de la Orquesta Sinfónica de Chicago a oír a Daniel Barenboim (y comprobar que esa imagen de un joven muy apuesto en la carátula de un disco que a mi me encantaba sí existía en realidad), a comer taquitos donde Don Pedro, a hacer mercado de ingredientes chinos, a probar con Carlos Mario comida india. Lo primero que hice fue ir a seguir las indicaciones de Javier: me fui a caminar, pensándolo, por el centro. Así llegué a Millennium Park, en donde me sorprendió que el estilo siga la tradición neoclásica; aquí se ve muy claramente el semicírculo de columnas dóricas en torno a una gran fuente. No sé por qué, pero desafortunadamente, creo, me hizo pensar en Las Vegas y en las teorías del simulacro de Baudrillard.


(Las Vegas: un paréntesis)


Estas fotos pequeñas vale la pena ampliarlas porque así parecen simples estampillas. Esta es la vista de la ciudad desde el puente diseñado por Gehry que conecta perfectamente las dos partes del parque haciendo que uno casi se olvide de la gran vía que lo divide. El puente es muy bonito: con su forma serpentinante parece una corriente de agua que llega desde el lago. Las líneas curvas a pesar del acabado metálico ablandan de alguna manera las formas rectas y racionales de los edificios que crecen desde Michigan Avenue. A pesar de la ganancia creo que aun hace falta que el parque llegue hasta el lago.


Y esta es la vista desde el auditorio Pritzker también de Gehry en el Millennium Park.


La maravilla del parque son las esculturas que reafirman el lugar en sus formas, sus reflejos, en la manera como envuelven el espacio dotándolo de un aire lúdico invitador y absorbente. Esta es el Cloud Gate de Anish Kapoor vista de lado y por debajo.




Y La Fuente Crown (donada por la familia Crown) de Jaume Plensa en donde los niños corren a bañarse mientras las caras botan agua por la boca.


Aquí dos obras de la exposición temporal de esculturas de Marco di Suvero.


El otro gran espacio del arte es el "nuevo" edificio del MOCA (ya tiene 7 años) desde donde se alcanza a ver el lago Michigan en el fondo. Arriba había una pareja haciendo un performance amoroso lleno de abrazos, caricias e insinuaciones sexuales en sus movimientos. Lo interesante es que en ese país en donde la distancia entre la gente es tan importante y las escenas románticas no son un plato cotidiano la gente pasaba con una curiosa distancia tratando de no ser visto mientras miraba. La falta de escenario y de distanciamiento entre la realidad y el performance (la realidad y la ficción) hizo que los espectadores asumieran la posición del curioso que ávido de mundos privados se asoma a traves del ojo de la cerradura sin ser visto. Lo incómodo es que aquí no tenía en dónde esconderse...


...más cerca...


El Mechanical Pig de Paul McCarthy que respira, mueve las patas, la lengua... casi, como un marranito de verdad. Su falta de olor, su limpieza y su belleza hablan de esa asepsia con que nos hemos acostumbrado a ver la vida: el marrano, al igual que muchos moribundos, duerme sobre una máquina que activa su respiración y sus movimientos.




De los empaquetados que hizo Christo en los años 70, una Vitrina, igualita a tantas vitrinas que todavía se encuentran en ese país en ciudades como Pittsburgh, Nueva York, Chicago. La provocación? Mirar ahí detrás del trapo eso abandonado, tapado, empaquetado.


El Gato de Calder... otro Plinio, pero menos bonito :)


Finalmente fui al Art Institute en donde me encontré con este letrero. Me sorprendió - porque ya me había desacostumbrado- el tono que asume respaldándose al final en la ley. Pero finalmente en Estados Unidos las cosas funcionan en gran parte así... a través de la ley. Eso contrasta totalmente con la idea de que las cosas se deben hacer bien porque se deben hacer bien sin pelea, sin abogado, sin pero.


Disfruté mucho de los cuadros de los impresionistas, los postimpresionistas, los artistas modernos que todavía me siguen sorprendiendo como cuando los vi la primera vez. Aquí está Amberes de la época en que Braque era fauvista.


Y Misterio de Pascua de Maurice Denis lleno de secretos por desentrañar que me acuerda de la época en que me encantaban los simbolistas -todavía me siguen encantando, pero ya entiendo por qué-.


2. Madison
Visitar Madison fue mirarse en el espejo del tiempo, y ese espejo siempre emana imágenes llenas de melancolía porque termina uno viendo eso que ya no es, no porque no quiera, sino porque no es a pesar de sí mismo. Esta es State Street con El Capitolio al fondo. Por ahí caminamos miles de veces, tomamos café en Expreso Royal, soñamos con comprar un saco en alguna tienda, y algún Halloween vimos a los esclavos encadenados, esos locos jóvenes que pintados de negro caminaban en medio del frío medio desnudos en el gran desfile de la universidad.


Avols, la tienda de libros usados sigue existiendo, pero ahora tristemente (también felizmente) ocupa el local en donde antes estaba Canterbury, una librería-café independiente maravillosa que duró un buen tiempo en estado de coma causado por la entrada en la ciudad de Borders y Barnes and Nobles. Finalmente murió. Aquí sobrevive algo del carácter que tenía. De Canterbury salíamos -siempre- sintiéndonos muy pobres: entrábamos nos hacíamos a todos los libros con los ojos, si acaso comprábamos uno, y nos contentábamos con un sandwich (compartido) de mozzarella, albahaca y tomate acompañado de una ensalada de pasta con tomates secos, aceitunas y queso feta, un té, (a veces podía ser una malteada de fresa, demasiado rica para describir), y un Key Lime Pie, cuya receta única se llevó el chef cuando cerraron el café.


Y este es el corredor del baño, el único espacio que en realidad no parece haber cambiado adentro. Ni siquiera los afiches se llevaron los antiguos dueños... (Se habrán quebrado finalmente... como tantos otros pequeños negocios...)


No me había dado cuenta que también en Madison había vivido durante 4 años junto al agua. Tal vez porque allá los lagos no son tan cercanos a la vida cotidiana o simplemente porque yo no era consciente de esas cosas hace 15 años. Había tantos cambios en mi vida en ese momento que el más pequeño podía ser la presencia del agua en el paisaje. La terraza del Memorial Union sobre el lago Mendota era importante; allá llegábamos a comer brats y tomar cerveza después de haber hecho el camino desde el apartamento en bicicleta.


Las ventanas desde adentro desde donde se ven típicas sillas de la terraza. (Esta foto podría ser una postal de Madison).


Y la apariencia de taberna alemana en donde los estudiantes se reunían a estudiar, comer maíz pira (que sigue oliendo igual después de tantos años - hay cosas que no cambian :)), donde bailamos al son del Reptile Palace, de los músicos irlandeses y yugoeslavos y nos emborrachamos con helado de Babcock.


Estos son recuerdos sueltos que no le dicen nada a muchos pero que siguen siendo muy buenos: Four Stars Video Heaven, el mejor video que haya visto en la vida.


Y el Community Pharmacy


La mayoría de estas fotos no son más que miradas a ventanas de mi memoria y solo pretenden recconstruir al menos en parte, una pequeña parte de un capítulo de vida que tuvo como escenario a Madison.