9 abr 2010

Del arte

Vivir es obtener de los objetos impresión útil, y responder a ella por medio de reacciones apropiadas. Las demás impresiones tienen que oscurecerse o llegar a nosotros de un modo confuso. Miro y creo ver, escucho y creo oír, me estudio a mí mismo y creo leer en el fondo de mi corazón. Pero cuanto veo y cuanto oigo del mundo exterior, es simplemente lo que extraen de él mis sentidos para iluminar mi conducta. Lo que conozco de mí mismo es lo que afluye a la superficie, lo que toma parte en la acción.
Mis sentidos y mi conciencia me aportan solamente una simplificación práctica de la realidad.

En la visión que de las cosas y de mí mismo me transmiten, quedan como borradas las diferencias extrañas al hombre, mientras que se acentúan las semejanzas prácticas, y quedan como trazadas de antemano las sendas que mi actividad ha de seguir. Esas vías son aquellas por donde antes ya pasó la Humanidad entera. Las cosas han sido clasificadas según el partido que de ellas se podría sacar. Y esta clasificación es lo que yo percibo, más bien que el color y la forma de las cosas. (...) Nosotros sabemos distinguir la cabra del cordero; pero ¿distinguimos una cabra de otra o un cordero de otro? La individualidad de las cosas y de los seres se nos escapa siempre que el hecho de advertirla no suponga una utilidad material. Y aún en los casos en que la percibimos (como cuando hacemos distinción entre dos hombres), no es la individualidad misma, es decir, cierta armonía de formas y colores completamente original lo que sorprenden nuestros ojos, sino tan sólo uno o dos caracteres que han de facilitarnos su reconocimiento práctico.
(...) Nos hallamos en una zona medianera entre las cosas y nosotros, pero fuera de las cosas y por fuerza fuera también de nosotros mismos. Y de cuando en cuando, como por distracción, engendra la Naturaleza almas más desprendidas de la vida. No hablo de ese desprendimiento premeditado, razonado y sistemático, obra de la reflexión y de la filosofía.
Hablo de un desprendimiento natural, innato a la estructura del sentido o de la conciencia que se revela al punto por una manera, en cierto modo virginal, de ver, oír, pensar.
(...) Así, pues, el arte, pintura, escultura, poesía o música no tienen otra misión que apartar los símbolos corrientes, las generalidades convencionales aceptadas por la sociedad, todo, en fin, cuanto pone una máscara sobre la realidad, y después de apartada ponerla frente a la realidad misma.

Henri Bergson, La risa