Lo que más me sorprendió al caminar por la orilla del mar, finalmente descongelado, fue redescubrir el olor a sal mezclado con algo de podredumbre, el movimiento ondulante, y el sonido sordo y constante no solo de las olas sino de la masa de agua alejándose hacia el horizonte. No me había dado cuenta pero el mar congelado producía la sensación de tiempo detenido, de aislamiento y profundo recogimiento. Este mar oloroso no invita a bañarse porque se ve muy frío, pero sí hace que la mente se escape a tiempos pasados, a paseos por playas lejanas.
Esta panorámica es en la playa de Hankoo, en una caminata solitaria.
Y esta es el amanecer en Naantali, uno de los pueblitos mas viejos de Finlandia.
11 abr 2007
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